Article escrit al febrer del 2012 per a la revista Culturamas, amb motiu del cicle BCNegra que converteix la capital catalana en el centre de les novel·les negres.
Catalunya publicó, según datos de la Federación de Gremios de Editores de España referentes a 2011, un 28,42% (29.301) de los libros editados en España que los lectores pueden encontrar en librerías y bibliotecas, hecho que ya de por sí explica la idiosincrasia literaria de Barcelona como epicentro de esta industria editorial. Más allá de los datos cuantitativos, la urbe es generosa a la hora de proveer a escritores y creadores de escenarios y rincones propensos al misterio, de una historia convulsa llena de revoluciones y bombardeos que en su momento le valió el apodo de Rosa de fuego, y de una convivencia entre distintas culturas y clases sociales que perdura a lo largo de las décadas. Además de funcionar como atracción para miles de turistas de todo el mundo, estos son algunos de los ingredientes que hacen de Barcelona un lugar primordial para que los ríos de tinta corran a través de las angostas calles del barrio gótico o de las soleadas avenidas de la parte alta de la ciudad, según subrayaron en febrero de 2012 en la biblioteca de La Barceloneta los seis escritores de novela negra que participaron en la mesa redonda ‘Barcelona, ciudad del crimen… literario’, dentro del programa de actividades que proponía el séptimo ciclo BCN Negra.
Los autores participantes fueron Julián Sánchez, Carlos Zanón, Toni Hill, Laura Fernández, David C. Hall y Cristina Fallarás, que moderó el debate. Todos ellos han experimentado la realidad y los cambios de la ciudad de los últimos años de un modo u otro y han plasmado sus percepciones en las obras que han escrito con el común denominador del crimen, tan atrayente para el lector y tan conductor de otros argumentos para el escritor. Tanto si usan la ciudad como escenario, como si la convierten en un personaje principal de sus historias, estos escritores contribuyen a dar forma literaria a Barcelona como lo hicieron Juan Marsé o Manuel Vázquez Montalbán con su famoso detective Carvalho, y como también lo han hecho recientemente escritores como Carlos Ruiz Zafón, empañando la ciudad con un halo de magia.
Julián Sánchez, ‘La voz de los muertos’
Hace 18 años que el escritor barcelonés vive en San Sebastián, pero según destacó,, el Paseo de la Concha no le parece un lugar suficientemente inspirador para contar historias de crímenes. No tanto como la Barcelona que ama y que, según celebra, conoce de arriba abajo. Según dice, la particularidad de Barcelona es que es una ciudad vieja y que, por lo tanto, dispone de escenarios que otras poblaciones no pueden tener. “La ciudad está repleta de lugares escondidos que me han marcado y que están a nuestro alcance; basta con mirar a nuestro alrededor”, afirmó. Como ejemplo, habló del jardín secreto que se esconde detrás del Café de la Ópera delante del Liceo. En su última novela, ‘La voz de los muertos’, el punto de partida es un sangriento asesinato en la calle Escudellers del barrio gótico barcelonés.
Carlos Zanón, ‘No llames a casa’
Zanón ambienta su última novela en el barrio del Guinardó y apuesta por una violencia de lo más cotidiana que parte de la propia personalidad de sus protagonistas. Zanón reconoció no tener “especial cariño” a la ciudad y considerar, desde pequeño, que simplemente era el lugar donde pasaban las cosas. También defendió que el hecho de que haya pocos crímenes sangrientos en la ciudad favorece un tipo de literatura en el que sí que se producen conflictos de este tipo. “En una ciudad donde se mate mucho no hay ganas de leer novela negra”, dijo. Sin embargo, Zanón afirmó que las novelas plasman más la forma de ser del escritor, que “aboca sus frustraciones y sus obsesiones”, que la forma de ser de la ciudad.
Toni Hill, ‘El verano de los juguetes muertos’
En su novela, Toni Hill traslada el crimen a las zonas altas de Barcelona, como Pedralbes, y a las familias influyentes y acaudaladas de la ciudad que, según dijo, suelen relacionarse entre ellas y permanecen alejadas de fenómenos como la inmigración. Para Hill, el factor diferencial de la capital catalana es que no constituye una población tan espontánea como otras urbes vecinas del Mediterráneo. “Es una ciudad mediterránea, pero su mentalidad oscila entre lo mediterráneo y lo francés para acercarse más a Europa que a España”, afirmó. Pese a ello, el autor de ‘El verano de los juguetes muertos’ le quitó peso a la importancia de la ciudad en sus obras al afirmar que los personajes podrían estar en otro lugar como Marsella.
Laura Fernández, ‘Wendolin Kramer’
Con una mirada crítica y desapegada de Barcelona, la escritora egarense habla en ‘Wendolin Kramer’ de una chica que, creyéndose un superhéroe, monta su base de operaciones en el Raval para resolver malentendidos. Fernández se arma de ironía, humor, y del mundo del cómic y la cultura pop para acercarse a una Barcelona en la que vivió un año y que intuye como una ciudad hostil y un escaparate que produce desencanto. Según afirmó, nota la “sensación de sentirte expulsada de la ciudad”, y buen ejemplo de ello es, según dijo, la pérdida de la vida de barrio y de la encantadora oscuridad de las calles del Raval.
David C. Hall, ‘Barcelona skyline’
David C. Hall es un escritor estadounidense que reside en Barcelona desde 1974. Cuenta que, cuando observó la ciudad por primera vez saliendo de la estación de Sants, quedó sorprendido por la mugre gris que cubría los edificios. Pronto confirmó el carácter “cutre” y la “tristeza romántica” de la ciudad, que como escritor le resultaba interesante. Quizás por eso, hizo que el detective norteamericano de su novela emprendiera el mismo viaje que él para investigar crímenes en Barcelona. “Sí que se mata en Barcelona de vez en cuando”, dijo, “pero son asesinatos en principio poco interesantes”.
Cristina Fallarás, ‘Las niñas perdidas’
Para Fallarás, Barcelona es un personaje más de su obra que le permite, más que desarrollar un crimen, hablar de las desigualdades o de la pobreza. Según dijo, “Barcelona ha explotado”, porque los crímenes de las historias se han escampado por los barrios acomodados y los del extrarradio. Entre los activos de Barcelona, la escritora y periodista subrayó el hecho de que sea una ciudad portuaria, lo que quiere decir “marineros y putas”, según señaló. También le parece evocador el “binomio parte alta y barrio chino”.
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