Has elegido la cafetería workplace para escribir más diáfana de la ciudad. Suena música jazz. Te has dejado barba de tres días. Desplegas tu Macbook. Te sirven un café con leche humeante cuya espuma dibuja una espiga. Todo el mundo sabe que sin Macbook y sin café humeante no hay quien escriba. Te concentras poniendo cara interesante. A tu alrededor ves a otros igual que tú. Comen tarta de zanahoria y se comportan como si en cualquier momento pudieran ser fotografiados. Moláis y lo sabéis. ¡Pero alerta! Te has olvidado de un detalle.
Tienes ganas de ir al baño.
Dicho de otro modo, la vejiga te está apunto de rebentar después de tanto café humeante. Aún te quedan dos horas para acabar de escribir el capítulo, pero ya no aguantas más. ¿Qué haces?
Opción uno: ¿recoges el portátil para ir al lavabo con el riesgo de perder el sitio (y es que un sitio en una cafetería workplace para escribir va muy cotizado) o de que los camareros crean que te has ido sin pagar? Desde el baño oirás cómo te maldicen por ladrón. Se te cerrará la vejiga y no podrás mear tranquilo, o no apuntarás bien en la taza de váter por culpa de los nervios, causarás un estropicio y aún cabrearás más al personal del bar. ¿Con qué cara regresarás a tu mesa de trabajo?
Tienes que pensar en otra opción: ¿dejas la paradita montada junto al plato de tarta de zanahoria y le pides a la persona que está a tu lado que te lo vigile mientras orinas? ¿Pero qué te hace confiar en esa persona? ¿Quién te dice que no es precisamente esa persona la que ansía robarte el portátil y comerse tu tarta de zanahoria?
Como habrás notado, este no es un post sobre las bondades de optar por una cafetería workplace para escribir ni expondré tips para nada de nada. Es cierto que, por la falta de espacio en mi humilde piso en Madrid, descubrí algunas cafeterías interesantes para trabajar e inspirarme para escribir mi novela Vall d’Ombres.
Es de agradecer la actividad constante pero relajante, como de arroyo, que tiene una cafetería por la mañana, pasada la hora punta. No sé si es solo cosa mía, pero me concentro mucho mejor con ese murmullo que con el silencio eclesiástico de un piso vacío. Si el piso es oscuro como una cueva y tienes que dejarte la espalda para escribir en el sofá o en la cama porque no tienes un rincón preparado para la escritura, encontrar una cafetería workplace para escribir se vuelve urgente y no responde (solo) a una moda hípster.
En la búsqueda de despachos con aroma a café, he visitado recientemente las cafeterías de La Bicicleta, La Infinito, Café Grant y la cadena de panaderías Panaria. No voy a hacer una lista de cafeterías workplace para escribir en Madrid o Barcelona porque ya existe, pero sí que quiero destacar la importancia de encontrar un espacio para escribir en el que nos sintamos a gusto y relajados.
Es verdad que hoy en día puedes abrir Evernote en el móvil y avanzar unos cuantos párrafos de tu texto mientras viajas en tren.
De hecho, en los momentos en los que materialmente es más complicado escribir (porque estás en la ducha, porque estás al volante o porque viajas de pie en transporte público y apenas puedes mover los brazos) llegan las mejores ideas para desencallar una novela. Bueno, quizás no sean las ideas más desarrolladas ni definitivas, pero sí las más frescas, las menos encotilladas, ya que escapan de la presión a la hoja en blanco. Con el ritmo de vida que llevamos, lo más habitual es tener que escribir en la incomodidad, como reivindica Isaac Belmar. La alternativa, por desgracia, suele ser no escribir.
Sin embargo, tener un refugio de escritura con luz natural, una mesa despejada y la documentación necesaria a mano es algo que he echado mucho de menos. Quizás no sea necesario en los arrebatos artísticos, pero sí en el trabajo diario y artesanal que es imprescindible para sacar adelante proyectos de escritura o incluso para profesionalizarse en el arte de escribir.
Por eso, si no puedes disponer de un escritorio en casa que actúe de refugio creativo, es buena idea buscar cerca de ti una cafeteria workplace para escribir.
Eso sí, traza un plan para prever los momentos en los que tengas que ir al servicio. Hay cafeterías workplace que disponen de cajones con llave precisamente para ir al lavabo sin miedo y no perder los papeles, nunca mejor dicho.
Sabrina says
¿Y si eres mujer? ¿también tienes que llevar barba? 😀
Robert Sendra says
Si eres mujer tienes un poco complicado el tema barba, però siempre puedes optar por unas buenas gafas de pasta, con o sin cristal 🙂 Gracias, Sabrina!
jose says
Yo soy calvo, imberbe, mi cara no es precisamente una «cara de gafa», de complexión rara y difícil de mirar, además, mi portátil de más de tres años, puesto no puedo agenciarme un macbook, sólo tiene autonomía para media hora y, con lo abarrotadas que están estas cafeterías, seguro que me toca sentarme en un rinconcito apartado donde el cargador no llegue a ningún lado, lo único que me queda, al ser una de esas personas que el director de marketing de estos negocios no quiera ver ni cerca del establecimiento, es vagar por la ciudad al amparo de una sombra que pueda esconder mi falta de glamour, esperando tropezarme con él y ser cómplice de su ayuda.
Parece ser que estoy predestinado a dedicarme a otra cosa.
Robert Sendra says
Hola, Jose:
¡Gracias por tu comentario y por ponerle un poco de humor a esta sensación de desamparo que sentimos los que no encajamos en estos lugares que tanto starbuckean! 😀