George Orwell fijó el año 2050 como fecha definitiva para la implantación de la neolengua
¿Os imagináis un lenguaje tan limitado, tan ambiguo, tan vacío de acepciones, que no nos dejara pensar más allá de lo cotidiano (comer, dormir, cocina, coche) y que hiciera ininteligible cualquier referencia a las ideas incómodas, profundas o transgresoras?
No seáis modestos, seguro que ya tenéis algunas nociones de neolengua. Quien más quien menos, todo el mundo la chapurrea.
George Orwell situó el año 2050 como fecha límite para la adopción definitiva de la neolengua. Es difícil saber si su profecía se va a cumplir. Seguro que no lo hace de una forma tan tajante y académica como describe en su distopía 1984, pero hay que reconocer los grandes esfuerzos que estamos haciendo para darle la razón.
No es necesaria demasiada imaginación para visualizar este sistema de comunicación limitante en nuestro día a día: conceptos como libertad o igualdad están tan banalizados, se pronuncian con tanta ligereza y se han utilizado con propósitos tan vacíos, diferentes e incluso contradictorios, que han perdido su poder de invocación.
Un ejemplo: el feminismo es uno de los movimientos que más está moviendo los cimientos de la sociedad en pos de la igualdad. ¿Y cómo reaccionar ante estos aires de cambio? Pues secuestrando el concepto de igualdad, claro está. Darle la vuelta como a un calcetín y utilizarlo como un antónimo de la igualdad anterior, la que otrora se nos venía a todos a la mente cuando alguien la pronunciaba. El antídoto perfecto. “Vox puede ofrecer igualdad a las mujeres. Somos mujeres que amamos a los hombres que están en nuestras vidas y no queremos tener más privilegios sobre ellos». ¿Qué tal os suena esta igualdad de un partido de extrema derecha que promueve la derogación de la ley de violencia de género y la supresión del aborto de la sanidad pública?
Así pues, ¿no es la neolengua imaginada por George Orwell una forma perfecta de censura y manipulación? Actúa como eficiente desactivador del cambio. A veces permite que la carcasa de la palabra, el continente, se mantenga por una cuestión de estética, pero la deja hueca por dentro, como un misil fallido que nunca llega a estallar y se conserva a modo de reliquia. Otras veces, la pasa por un filtro distorsionador.
Algunos ejemplos:
Hablar de “desaceleración económica” para no decir “crisis” es neolengua.
Imprimir en los libros escolares el concepto “régimen militar” o “democracia orgánica” para esconder una dictadura es neolengua.
Tan neolengua como referirnos a una “reestructuración de la plantilla” para que no suene tan fuerte como el indeseado concepto “despidos masivos”.
O decir “pago en diferido” para hacer más digeribles las creativas retribuciones que recibe el tesorero de un partido político.
El “copago sanitario” oculta un repago o incluso un requetepago.
Legislar para que el idioma catalán deje de llamarse “catalán” y se denomine LAPAO es neolengua.
“Necesita mejorar” es neolengua.
“Te quiero como amigo” es neolengua.
La “posverdad” es la forma tramposa de decir “mentira”.
Un «ajuste de cuentas» es la descripción, con efecto blanqueador, de un crimen vengativo.
Es un hecho: todos usamos la neolengua cuando nos interesa. Aunque nunca tanto como un político en campaña. Como prueba, solo hay que consultar esta recopilación de eufemismos políticos que componen un diccionario de neolengua para gobernantes.
Por lo tanto, si nos acostumbramos a dejar de leer entre líneas, habrá un momento en el que ya no entenderemos a nuestros interlocutores. Todo estará lleno de palabras políticamente correctas, eufemismos separados de la realidad a la que un día se refirieron. Y llegará el momento de ir a votar, y elegiremos una de las papeletas que defiendan la “igualdad”. El problema es que todas lo harán.
¿Qué es la neolengua?
La neolengua es la lengua oficial de Oceanía basada en el inglés que trataba de imponer el Ingsoc (o socialismo inglés) en 1984, la novela de George Orwell.
Su funcionamiento se basa en moldear las palabras, deformarlas, simplificarlas y a la vez atiborrarlas para que revienten, alcoholizarlas para que se confundan en la mente de la opinión pública y, de esta manera, cumplan el propósito del Ingsoc en el libro de George Orwell:
«Construir un lenguaje articulado que surgiera de la laringe sin involucrar en absoluto a los centros del cerebro».
Orwell aún decía más: “Una vez la neolengua fuera adoptada de una vez por todas y la vieja lengua olvidada, cualquier pensamiento herético, es decir, un pensamiento divergente de los principios del Ingsoc, fuera literalmente impensable (…) en tanto que el pensamiento depende de las palabras”.
No es el único idioma artificial que hemos creado los humanos. Los hay que provienen de la ficción, aunque la han trascendido con creces, como en el caso del idioma Klingon que suena en StarTrek y que fascina a miles de estudiantes en todo el mundo, o de las lenguas élficas ideadas por J.R.R. Tolkien para ambientar su Tierra Media. Otros idiomas estuvieron inventados por idealistas. El caso paradigmático es el del esperanto, creado por el oftalmólogo polaco L.L. Zamenhof para dar con una forma de comunicación internacional que fuera fácil de aprender, que fomentara la paz y que resultara neutral, lejos de las imposiciones lingüísticas de las grandes potencias europeas. Aproximadamente dos millones de personas en todo el mundo hablan esperanto en la actualidad.
Pero la creación de idiomas no solo es cosa de adultos, sino que también puede ser un divertimento. ¿Quién no ha hablado nunca el idioma de la P en el recreo de la escuela? O, lo que es lo mismo: ¿Quipién nopo hapa hapablapadopo nupuncapa epel ipidiopomapa depe lapa Pepe epen epel repecrepeopo depe lapa epescupuepelapa?
Una gramática de la neolengua para principiantes
A grandes rasgos, la neolengua de George Orwell se compone de tres tipologías de palabras:
- Vocabulario A: son palabras de uso cotidiano, muy escasas y con un significado restringido. Verbo, nombre y adjetivo están representados con la misma palabra, que se puede modular con prefijos y sufijos. La simplicidad y la rigidez constriñen el alcance de este vocabulario para el grueso de la población.
- Vocabulario B: son palabras con finalidades políticas, construidas para instaurar en quien las pronuncie una actitud mental afín a las directrices del régimen. “Habían extendido su significado hasta el punto de contener, dentro de ellas mismas, toda una serie de palabras que como quedaban englobadas por un solo término comprensivo, ahora podían ser relegadas y olvidadas”, describió Orwell. Democracia, justicia, honor o religión forman parte de este vocabulario en proceso de descomposición. “Solo podían sostenerse ideas contrarias al Ingsoc de una manera vaga y sin palabras, y formularlas en unos términos muy genéricos que mezclaban y condenaban todo tipo de herejías, sin definirlas particularmente”.
- Vocabulario C: esta categoría de palabras está compuesta de términos técnicos a disposición de los científicos. La particularidad es que cada profesional tiene conocimiento de los vocablos necesarios en su rama de conocimiento y no del de otras disciplinas.
Y hasta aquí los principios básicos de la neolengua, articulada con el objetivo de sugerir cuantas menos ideas mejor a los interlocutores. El resultado deseado era, según Orwell, una “conversación similar a un cotorreo, a la vez roto y monótono”.
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